La historia de Pablo Escobar Gavíria, el más importante narcotraficante que haya existido en la historia, despierta odios y pasiones a partes iguales. Considerado un verdadero héroe y un ejemplo de trascendencia para las personas de origen humilde, también fue uno de los mayores enemigos que haya tenido el estado colombiano, e incluso para los Estados Unidos. Un hombre que supo forjar, prácticamente desde la nada, una fortuna millonaria a fuerza de crímenes y asesinatos y que detentó su inmenso poderío como forma de extorsión.
Pablo Escobar nació el 1 de diciembre de 1949, en una pequeña localidad rural llamada El Tablazo, en las proximidades de Antioquia (Colombia). Paralelamente a sus estudios de bachillerato que llevaba en Medellín -ciudad que sería testigo y protagonista de gran parte de sus peripecias-, comenzó a iniciarse en diferentes prácticas delictivas. Algunas versiones indican que tuvo sus inicios en el robo de lápidas en cementerios, otras que también se dedicaba al robo de automóviles. Pero lo cierto es que sus inicios en el tráfico de drogas fue lo que le llevó a ser uno de los hombres más ricos del mundo décadas después.
Poco a poco fue acrecentando su fama de emprendedor. Así, su incursión en la venta de cannabis le llevo a migrar progresivamente a una actividad mucho mas lucrativa, el trafico de cocaína. A comienzos de los 70, la cocaina comenzaba a propagarse en el país cafetero, procedente de Perú y Bolivia. Escobar no tardó en acoplarse a este mercado emergente, estableciendo conexiones con los diferentes carteles incipientes que estaban surgiendo en el país. En sus comienzos, se dedicó al transporte de la materia prima. Poco tiempo después, ya poseía múltiples terrenos, su propia hacienda (la afamada Nápoles) y varias pistas de aterrizaje, desde donde despegaban y aterrizaban avionetas repletas de drogas.
Siendo justos, no se puede decir de Pablo Escobar que fuera un criminal de la peor calaña. Todo lo contrario, Pablo era un hombre muy querido entre su gente. Jamás olvidó sus humildes orígenes, haciendo gala de su pudiente presente, se convirtió en benefactor de las clases bajas de Medellín. Por eso no llama la atención que invirtiera parte de sus enormes ingresos en varias obras de beneficencia.
Los barrios bajos de su ciudad, comenzaron a tener mejor aspecto gracias a la obra de Escobar y, como buen fanático del fútbol que era, construyó varias canchas en la zona. Paradójicamente, esos terrenos que se suponían que servirían para alejar a la juventud de la delincuencia, terminaron siendo el centro de reclutamiento de sicarios por excelencia. Es que, a la par de sus obras de bien, no olvidaba edificar un imperio que alcanzaría puntos inusitados.
Poco a poco siguió construyendo su fama. A finales de los 70, ya era una personalidad carismática para los desposeídos, que veían en él una autentica alternativa para escapar de la pobreza y la miseria que vivía Colombia en esa época.
Así, Escobar fue estableciendo importantes contactos dentro del poder político. Poder del que formó parte, gracias a Alberto Santofimio Botero y Jairo Ortega, dos políticos que fueron apoyados económicamente por el, ya por aquel entonces poderoso capo de la droga.
Escobar logró ser congresista por el nuevo liberalismo, gracias al aval de esos hombres de estado y también gracias a la popularidad lograda en cuestión de materia social, lo que lo exhibía como una persona para nada egoísta, a pesar de su inmensa fortuna. Incluso toda su ciudad recuerda su plan de construcción de viviendas llamado “Medellín sin tugurios”.
En 1982, asistió como invitado especial, por formar parte del gobierno colombiano, a la ascensión de Felipe González como Presidente del Gobierno español. Seguramente los presentes en ese acontecimiento, muchos de ellos futuros enemigos de Escobar, no se imaginaban que ese hombre de hablar grotesco y vestimenta llamativa se convertiría en una de las más influyentes y poderosas personalidades de todo el siglo XX.
No duró mucho la permanencia de Pablo Escobar Gavíria en la política, al menos como participante activo. El Ministro de Justicia colombiano Rodrigo Lara Bonilla, a quien luego supuestamente mandó asesinar, denunció sus actividades y lo obligó a retirarse de la politica. Desde ese momento, la que fuera una vida dedicada a los negocios y las obras de beneficencia, pasó a una trayectoria sellada por la muerte y un ejercicio de la coacción pocas veces visto, donde Escobar haría lo que fuera necesario por conseguir sus objetivos.
Pablo Escobar no estaba dispuesto, ni mucho menos, a que nadie se entrometiera en sus acciones o negocios. Por eso utilizaba su famosa política de “plata o plomo”. Todo aquel policía, militar o gobernante que se interpusiera en su camino, debería aceptar el dinero en condición de soborno o se expondría a ser asesinado.Entre los crímenes más notorios que se le atribuyen, se encuentra el atentado que hizo estallar en pleno vuelo un avión de la línea aérea Avianca, donde murieron casi 200 pasajeros.
También se le acusó del asesinato de varios candidatos presidenciales que le presentaban férrea oposición. Uno de ellos, Luis Carlos Galán, aparecía como claro ganador de las elecciones de 1989. Otro atentado de notoriedad que parecia llevar el sello de Escobar fue el coche bomba que explotó frente al Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), causando al menos 70 muertos y centenares de heridos.
Paso a paso, iba convirtiéndose en el enemigo público número uno de Colombia.Escobar Gavíria continuó desarrollando actividades paralelas al narcotráfico. Siguió participando activamente como inversor en el fútbol -el Atlético Nacional de Medellín, se consagró como el primer club colombiano en ganar la Copa Libertadores de América en 1989, gracias a su generosa contribución economica- y financiado escuelas de sicarios. En 1991, ya harto de tantas persecuciones, se entrega a la justicia.
Es recluido en una prisión que él mismo mandó construir, “la catedral”, descrita como un verdadero hotel de cinco estrellas. Desde ahí continuó operando a sus anchas, hasta que en 1992, ante la certera posibilidad de ser extraditado a los Estados Unidos para ser juzgado, decidió fugarse.
Así comenzaría una persecución que duraría varios meses y que pondría en ridículo al gobierno colombiano. La imagen de Escobar estaba cada vez más en alza, actuaba a placer y se perfilaba como invencible. Pero, poco a poco, el fortísimo entorno del líder absoluto del cartel de Medellín se fue debilitando. Algunos de sus más fieles hombres, como “Tyson”, “Chopo” o “El Palomo”, fueron sucumbiendo a las autoridades colombianas y el círculo sobre su persona se cerraba cada vez más.
Finalmente, el 2 de diciembre de 1993, un día después de su 44 cumpleaños, Pablo Escobar era abatido en una de sus residencias por un cuerpo de elite formado por fuerzas colombianas, aunque se sospecha que parte del aparato de inteligencia de la CIA colaboró con su fin.
Fue una larga persecución hasta que se pudo dar con el paradero de Escobar, gracias a la intercepción de una llamada telefónica que él había realizado.
Aunque aun existen dudas en torno a su muerte, la versión más difundida habla de que al quedar gravemente herido el agente Guillermo Aguilar de un certero disparo en la cabeza fue lo que puso fin a una de las mayores personalidades de la historia colombiana y latinoamericana; esa que se cansaba de repetir que prefería mil veces una tumba en Colombia que una celda en los Estados Unidos.
“No dejó gobernar a tres presidentes. Transformó el lenguaje, la cultura, la fisonomía y la economía de Medellín y del país. Antes de Pablo Escobar, los colombianos desconocían la palabra sicario. Antes de Pablo Escobar, Medellín era considerada un paraíso. Antes de Pablo Escobar, el mundo conocía a Colombia como la Tierra del Café. Y antes de Pablo Escobar, nadie pensaba que en Colombia pudiera explotar una bomba en un supermercado o en un avión en vuelo. Por cuenta de Pablo Escobar hay carros blindados en Colombia y las necesidades de seguridad modificaron la arquitectura. Por cuenta de él se cambió el sistema judicial, se replanteó la política penitenciaria y hasta el diseño de las prisiones, y se transformaron las Fuerzas Armadas. Pablo Escobar descubrió, más que ningún antecesor, que la muerte puede ser el mayor instrumento de poder”, estas fueron las palabras que eligió la revista colombiana Semana para hablar de la muerte del todopoderoso Escobar.
Una síntesis perfecta de lo que había conseguido a lo largo de su trayectoria criminal.
Pablo Escobar Gavíria fue un hombre que conoció todo en la vida: la riqueza extrema -llegó a ser uno de los hombres más ricos del mundo según la revista Forbes- y la humildad de su juventud; el poderío sin límites y el trabajo y sacrificio diario para poder lograrlo; el asesinato sin escrúpulos y una muerte casi en soledad.
Pablo Escobar Gavíria, en definitiva, una persona que fue para unos un verdadero héroe, pero que para el resto era el mismísimo diablo.
Por Carlos Cabezas López